martes, agosto 30, 2005

MI GUITARRA Y VOS


"Hay escritas infinitas palabras: zen, gol, bang, rap, Dios, fin. Hay tantas cosas, yo sólo preciso dos: mi guitarra y vos"

Jorge Drexler


Estoy leyendo “Querido Bruce Springsteen” del canadiense Kevin Major. Aquí es un desconocido, pero en su país ha obtenido importantes premios. Lo encontré hace unos años en una liquidación de supermercado. Mientras el resto pensaba en ingredientes para la pizza y dudaba entre pisco o ron, intruseé en un hondo cajón atestado de textos olvidados. Ahora me animé a leerlo. Estaba escondido en un baúl de plástico que compré antes de irme a Arica. Se trata de un adolescente en plena edad del pavo que decide escribirle a “The Boss” para contarle todas las cosas que le están pasando, partiendo por la separación de sus padres. Sabe que Springsteen está de gira y que probablemente sus cartas se acumulen en el sótano del sello discográfico. No le importa. Se siente conectado con las letras de las canciones y lo que ha leído sobre su vida en Rolling Stone usadas. A todos nos ha pasado. En mi caso, reemplacé la guitarra por la pelota de fútbol. Salía con ella a todas partes, buscando algún cómplice que me ayudara, ya fuera con tiros libres, penales o uno contra uno, a olvidar los problemas que vivía en mi casa. El protagonista de la novela escribe cartas y se inscribe en clases de guitarra. Es fácil sintonizar con él: es tímido con las mujeres, tiene pocos pero buenos amigos y detesta a su hermana chica. En el colegio no lo cotiza ni el portero cuando llega atrasado. Y es tan corajudo que se tiñe el pelo con agua oxigenada.

Yo también he confiado en los consejos de Springsteen, como John Cusak en Alta Fidelidad. Le pregunto y me contesta en sus canciones, lo mismo que Charly García. A los dos me los banco a muerte, aunque los desprecien los vanguardistas electrónicos que prefieren mover el culo antes que pensar.

Ahora busco un disco doble que compré en Tacna. Recuerdo cuando Jose Pablo, el amigo que acompañó a la Vichu cuando me visitó en Arica, se río al encontrarlos en mi colección de cd`s. No me ofendí. Me preguntó si se le habían quedado a un amigo en mi casa.

-No, compadre. De hecho, los compré recién
-Ah, ya. Es raro que todavía lo escuches
-Puede sonar como una condena, pero me parece que lo escucharé siempre

Aprieto play. Desde que vi el video de “Sexo” de Los Prisioneros, debo haber tenido unos 7 años, tomo cualquier cosa y simulo estar tocando una guitarra. Con mis vecinos teníamos un grupo. Yo imitaba a Jorge González. 21 años más tarde, el fenómeno se repite, sólo que ahora cierro los ojos y soy Springsteen, aplaudido por una multitud que ha repletado el estadio más grande de New Jersey. Springsteen es incluso más outsider: se crió en Atlantic City, al sur de Jersey, donde sólo sobreviven los guapos, los duros, los que no aguantan que nadie los pisotee. Una urbe sucia, oscura, llena de mierda.

Brilliant Disguise. Una de mis preferidas, junto a My Hometown o Racing in the street. Sigo con mi guitarra. Canto también. En Estados Unidos, la tierra de los freaks, organizan conciertos con tipos que simulan tocar guitarras con escobas o raquetas de tenis. Los espectadores toman cerveza y se vuelven locos con los “punteos” a lo Jimmy Hendrix o los contorneos plagiados a Angus Young. Incluso hay un ranking. El número uno representa para estos fanáticos algo así como Maradona para nosotros. País de locos. Basta con encerrarse en la pieza y comprar una escoba. We are south american rockers.

lunes, agosto 29, 2005

TANGO DE ASTRONAUTA


Ya no piso caracoles. No escucho el plumavit chillando contra el vidrio. Nunca más separaré dos pedazos de algodón. Se acabaron las cosas desagradables. Por ahora. Me siento en otra atmósfera, en otro mundo, como si me hubieran encerrado en un simulador de la NASA y viera golpearse estrellas y cometas en mi cabina. La galaxia tiene algunas luces conocidas. Pensé que habían sido extinguidas por egoísmo del universo. Por universo se puede entender sociedad, mercado, trabajo, rutina, instituciones y dinosaurios. Hoy las he vuelto a ver y me sonríen, me alientan, me motivan. Moraleja : no hay que dejar de creer. Al tango siempre se le puede incluir una nueva estrofa, aunque parezca imposible. La melodía de fondo seguirá melancólica, con cuentas bancarias y preocupaciones al por mayor, pero los versos son libres y nosotros mismos los construimos, no Santos Discépolo. Claro que el mundo continuará siendo una porquería. No lo dudo. Por eso no hay que perder las fuerzas y enfrentarlo, sin resentimiento ni odio. Todo lo contrario. Confiando, queriendo, amando, jugando con niños y, sobre todo, soñando. Sueños de todo tipo: ganarse la lotería, estudiar en Europa, conquistar el amor de esa persona tan esquiva. A veces los sueños se concretan. En serio.

jueves, agosto 25, 2005

FELIZ CUMPLEAÑOS

martes, agosto 23, 2005

INSOMNIO


El termoventilador ruge sin descanso. Cuando chico, el ruido de la hélice me inducía al sueño. Mi mamá nunca tuvo que cantar nada para hacerme dormir. Bastaba con encender el aparato y el “espanta-cuco”. Nunca me olvidaré de la felicidad que sentía cuando la vieja apagaba la luz de la pieza y el Pato Donald comenzaba a brillar en un rincón, muy atento a que ningún monstruo me perturbara.
Ahora no resulta. Llevo horas intentando dormir. El polvo que se ha acumulado sobre el video no tapa el parpadeo de su molesto reloj, frenado desde hace días en las 12 horas. Como no sé ajustar la hora sin el control remoto, opto por lo más fácil: desenchufar. Ojalá uno también pudiera tirarse un brazo o una oreja y cerrar las transmisiones.
Enciendo otra vez la luz. Leo una novela por un largo rato. A pesar que me pesan los ojos, al apagar la luz nuevamente me revuelco de un lado a otro sin dormir. Si tuviera algún problema o preocupación, podría justificarse el insomnio. Salvo el suplemento de aniversario del pasquín, el peor error que he cometido en el último tiempo, no tengo nada que me aflija. Me gustaría retroceder al momento en que mi jefe me ofreció esa pega. La rechazaría sin ninguna duda. Urgido de plata, pero no huevón. Ya es tarde.

Música puede ser la solución. Algo relajado: Jorge Drexler.

“Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma”

El uruguayo sabe. Me concentro en las letras. Asumo que no dormiré. Es raro tener tantos trastornos de sueño. Sin sombras, sólo con el sonido de un par de gatos que rematan agosto sobre un techo cercano, cierro los ojos sin ninguna esperanza, sólo preocupándome de no acostarme hacia el lado izquierdo porque me trae mala suerte. Sería una estupidez que lograra dormir y justo me tocara una pesadilla por ese descuido. No ocurre siempre, pero cada vez que sueño algo malo estoy durmiendo hacia mi lado izquierdo. Me sugestioné cuando chico, desde que escuché una conversación de mi vieja con mi nana. Una le decía a la otra que había tenido una pesadilla por haberse dormido apretándose el corazón. No sé por qué asumí que el mío está ubicado al costado izquierdo de mi pecho, quizás debido a que siempre quise ser zurdo como Maradona. Si no pateo con la siniestra, confié en que la naturaleza había ubicado mi bombeador donde creía que lo tenía mi ídolo.
En “Trabajos Manuales”, Fresán explica que la diferencia entre los derechos y los zurdos radica en que, mientras los primeros tienen una línea de pensamiento que va desde A hasta Z, los segundos siempre establecen un punto intermedio entre los dos puntos. Por eso sobran genios zurdos: Chaplin, Da Vinci, Miguel Angel, Mc Cartney, Maradona, Vilas, Chino Ríos y un largo etcétera.
Cuenta la leyenda que en pleno Mundial de 1970, que consagró al mejor equipo de la historia, los brasileños entrenaban con miras a la final con Italia. Roberto Rivelinho, junto a otros compañeros, observaban los movimientos de Pelé, con la evidente envidia de ver un artista de esa envergadura, con desplazamientos tan sincronizados y perfectos. El “Rey” tenía todo, salvo una cosa.

Picado, Rivelinho se acercó y le dijo: “¿Igual te hubiese gustado ser zurdo, verdad?

Me río mientras amanece.

domingo, agosto 21, 2005

HOY YA NO SOY YO



He dormido muy poco. Ayer casi muero en el momento más inoportuno. ¿Hay muertes oportunas? Me parece que sí. Conviene apagarse cuando uno ha hablado tonteras o no ha pagado la cuenta. Ayer no me salvó el aire fresco ni la interrupción de curvas. Estuve a segundos de dar uno de esos espectáculos que después provocan vergüenza retroactiva. En medio de la borrachera, sentado en silencio en el asiento trasero, lamentaba tanto estar así, me retaba por no haberme medido.
Antes me hubiese dado lo mismo. Ya no. Como el detective de "Fantasmas" de Paul Auster, estoy consciente, incluso en instantes tan embarazosos, que estoy cambiando. Me estás cambiando. Y me gusta. Estoy aprendiendo a querer de una forma nueva, distinta a cualquier experiencia anterior. Independiente de cómo continúe la historia, hasta ahora algo imposible de pronosticar, difícilmente olvidaré todo lo que he sentido. Nunca. Lo sé.
Desesperado por la "pálida", pensé en seguir los consejos y botar todo en un rincón oscuro. Era mi idea al bajarme del auto. Mientras me preparaba para la "operación", escuché lo que decías y me curé de todo. Se esfumaron las molestias. Sentirte tan cerca, tan cariñosa, supera cualquier remedio. No se necesitan recetas. Es algo tan especial, que me da lo mismo que después no te acuerdes de las cosas que dices. Lo importante es que las dices. Basta. Yo grabo y resucito con ellas.

martes, agosto 16, 2005

MAR DE FONDO

"No hay un modo, no hay un punto exacto. Te doy todo y siempre guardo algo (...) Mar de fondo, no caeré en la trampa. Llámame pronto. Acertijos bajo el agua"

(Signos, Gustavo Cerati)


Mi abuelo siempre me preguntaba si el mar estaba enojado. Yo me asomaba por la ventana y evaluaba. Quizás de esas conversaciones provienen mis frecuentes pesadillas con olas gigantes que arrasan con casas y automóviles. Por más que trato de arrancar, el agua me captura y me hace desaparecer como a Patrick Swayze en Punto de Quiebre. Despierto muy agitado, a pesar que, a veces, en la misma fantasía, me doy cuenta que estoy soñando y sólo espero que me revuelque una ola grande para saltar de la cama. Es curioso estar consciente que uno está soñando, sobre todo si el escenario parece conocido, como si fuera un deja vu. Varias veces en que he estado arrancando de delincuentes, cobarde hasta en los sueños, me he acordado que la vez anterior tomé un determinado camino o me escondí detrás de un mueble del living. Lo hago otra vez y me salvo.
Hoy el mar está furioso. Voy de pie en la micro, acosado por una vieja que no para de golpearme con su cartera. Desempaño el vidrio y reaparecen las olas. El fin de semana escuché varias historias de buses. Es increíble como los degenerados se aprovechan cuando los pasillos están repletos: puntean, corren mano, colocan el "niño" en la cara de la pasajera, etc.
¡Cómo es posible que un tipo patee por debajo del asiento con el fin de excitar a una mujer! Ya sea por prejuicio, estrechez de mente o lo que sea, no nos enteramos de las estupideces que tiene que soportar una mina bonita. Si cambia su nickname en el messenger, aunque sólo agregue un "feliz" o "preocupada", decenas de buitres consultarán por la variación, sin interesarse en absoluto en lo que la mina piensa o siente, con el propósito de no desaprovechar la oportunidad y enganchar como sea. Ridículo.
Desempaño otra vez, ahora con el puño de la chaqueta. El tipo que va sentado me mira con signos de molestia. No acuso recibo y subo el volumen del discman. Han pasado 20 minutos y la lluvia persiste. El mar se enfurece y yo me tranquilizo.

sábado, agosto 13, 2005

REZO POR VOS



Poca luz entra por los ventanales laterales. Un rayo ilumina el confesionario del frente, directo a la cruz de madera, con la misma exactitud del relámpago que siguió el famoso salto de Elías Figueroa en la final de un campeonato brasileño a mediados de los 70'. Si fuera creyente, pensaría que es una señal o mensaje del Barba, quizás la última advertencia. Los turistas siempre desconfían cuando el anfitrión exagera en atenciones o parece demasiado interesado. Nada es gratis. No merezco focos divinos ni cruces, aunque no las detesto como los vampiros. Es increíble como una figura tan simple pueda simbolizar tanto. Mentira, egoísmo, sangre. El sacrificio de Cristo ha sido desplazado por la mezquindad de una Iglesia ciega y abusiva. Jesús fue peor político que Mahoma. ¿Le habrá faltado asesor? Enrique Correa, el gran "lobbysta" del país, habría convencido a Poncio Pilatos o, por lo menos, habría retrasado la ejecución hasta que el Mesías lograra transmitir un mensaje más perdurable.
Continúo mi tour por la Iglesia de los Sagrados Corazones de Valparaíso. Había entrado sólo una vez antes, cuando murió el papá de un compañero de colegio. Falleció antes de la segunda vuelta entre Lagos y Lavín. No pudo ver a otro socialista en La Moneda. Como testimonio de su fervor político, mi amigo le colgó una chapa de propaganda en la chaqueta, cerca del corazón. Fue curioso verlo apretado contra el vidrio del cajón con esa insignia. Me emocioné tanto como en el entierro del tío Jorge, cuyo ataúd fue cubierto por una hermosa bandera griega. Hace poco me enteré que fue el primero en traducir la obra del poeta Constantino Cavafis en el continente.
El templo es gigantesco. Hay un púlpito parecido al que usa el Padre Venancio para dirigirse a los feligreses de Pelotillehue. Un par de viejas no sueltan sus rosarios y murmuran rezos que no alcanzo a distinguir, con un talento comparable al viejo Caporal con su muñeco. Las jubiladas podrían probar como ventrilocuos. Con un buen manager, serían un buen número freak, capaz de conquistar puntos de audiencia en televisión. Tras mirar las figuras de madera, no mucho rato porque me acordé que hace poco robaron en esta iglesia y no quiero parecer sospechoso, me ubico en el altar. Me imagino levantando el caliz y proclamando todas esas falacias del cuerpo de Cristo, ritos tan fanáticos como los cinco rezos diarios en dirección a La Meca. Harina que se deshace en la boca. Nada más. El asesinato del cura Gazziero se me viene a la mente. Miro el mantel que tengo en mis narices y se transforma en un manto de sangre, un parche curita que no logra succionar nada. No soy digno de permanecer más tiempo en esta casa. Sólo pagué ticket de turista. Y quemo las cortinas sin rezar ni siquiera un salmo.

lunes, agosto 08, 2005

ELEMENTOS


“Amé con pasión la soledad, el silencio, contemplar durante horas el fuego o el mar, sin necesidad de ninguna otra compañía. El fuego y el mar fueron siempre mis compañeros más fieles y más amados; y siempre que amé a una mujer es porque había encontrado en ella los rasgos esenciales del fuego o del mar…”

(Niko Kazantzakis)





Leo poesía en voz alta. Como la pieza es chica, el sonido de las palabras retumba y me inspira. Al escucharme, tratando de no perder el hilo de los versos, analizo mi tono para ver si es auténtico o estoy cayendo en el ritmo de los farsantes. Nunca me atrevería a escribir versos. No tengo las aptitudes para un ejercicio tan elevado. Yo sigo pensando que los poetas están sentados en el Olimpo, por más que en ocasiones bajen, compartan con nosotros y nos alumbren de tanto en tanto.
Con varias piscolas en el cuerpo, el Gato me confesó una vez que detestaba la poesía porque encontraba que la mayoría que se adscribe a ella, tanto como creador o lector, “está pasada a caca”. Yo soy menos tajante, a pesar que me da asco cualquier cosa que huela a snobismo. Le respondí que, si bien sobran tipos engrupidos, es admirable que alguien se dedique a fusionar ideas con ritmos y sonidos. Esa coherencia siempre la he admirado. Mi amigo me respondió que nunca se había fijado en los sonidos. Había leído en silencio, soltando los versos como si fueran frases cortas. Yo me demoro mucho en soltar uno. Lo estrujo, lo reviso, me mareo imaginando qué me están diciendo, lo leo en voz alta para ver cómo confluyen sonidos y pausas, como si estuviera en las clases de música del colegio y me pidieran otra vez diferenciar los tiempos de las notas blancas, negras y corcheas.
Ahora estoy leyendo a Teillier. Su tono nostálgico, la forma en que recuerda su Lautaro natal, me conmueve el alma. La otra vez leía que Mark Twain recomendó tener mucho cuidado al explotar la nostalgia, pues, en la búsqueda del almíbar, uno se podía manchar con sustancias o hechos artificiales, invocados por recuerdos manipulados o trastocados por el tiempo y la experiencia. La fiebre nostálgica de Teillier, sobre todo en los primeros poemas, como los de “De Angeles y Gorriones”, son de una sinceridad y autenticidad únicas. El poema, no recuerdo el nombre, en el que se encierra en la misma pieza de su infancia y vuelve a escuchar el paso de los ratones por el entretecho es notable, epifánico. Por lo menos para mí.
¿Y a qué viene esto de la poesía? Nada es casualidad. Primero, hablo de ella aprovechando este rincón privado, íntimo, al que ahora sólo tienen acceso tres personas. En general, converso muy poco sobre poesía y literatura con mis amigos de siempre, porque noto la perplejidad con que algunos asumen que ya no soy el pendejo que alguna vez conocieron. Como me aislé por tanto tiempo, leyendo y arrendando películas obsesivamente, ansioso por recuperar parte del tiempo perdido en huevadas, es natural que se sorprendan que el tipo que ayer sólo hablaba de fútbol ahora hable de libros y autores. Por eso, prefiero ser un poco más reservado en ese aspecto. Hablo con quien corresponde.

La segunda razón es por ti.

Ha pasado un buen rato desde el último punto. Pensé que sería seguido, pero finalmente me convenció que era aparte. Releo “es por ti”, imaginando si tu cara es de terror, espanto, pudor o alegría. Ojalá sea alegría. Nunca lo sabré. Esa dosis de misterio, de ambigüedad, es entretenida a ratos, por más que suene masoquista. Sentir que todavía, a pesar de todo lo que hemos compartido, me faltan tantas cosas por descubrir es algo mágico, aunque sólo sea un acto potencial, una posibilidad que se puede extinguir cuando menos se espera.
Como Kazantzakis, he encontrado rasgos de elementos esenciales en ti. Una vez preguntaste que veía en ti. Me quedé mudo porque he visto demasiado. Enumerar los rasgos iría contra el principio de misterio del que hablé antes. Algo te he adelantado.
Me encanta conversar contigo. Siempre sale algo provechoso, útil, aparte de reírnos tanto, como el viernes cuando llegamos al OH. Eso es impagable. Renueva, nutre, sostiene. Y también da ganas de leer poesía.

jueves, agosto 04, 2005

DIMES Y DIRETES


"Te hice un gran favor". Es una frase tan condescendiente, egocéntrica, venenosa, maldita, que no requiere mayor revisión. Quien la pronuncie, por muy convencido que se encuentre de la careta que proyecta al resto, posee kilos de soberbia. Lo sabe, aunque lo niege o quiera ser un ángel aglutinador de comentarios. Quien la reciba, a pesar que comparta el sentido final de la frase y celebre el término de la etapa casi con el mismo fervor de su antagonista, no puede quedar indiferente, quizás por orgullo. El receptor puede efectivamente haber dado el salto, sentir que cuanto lo rodea hoy lo inspira positivamente y hasta se haya animado a ensayar versos, pero no puede aceptar que le arrojen basura en la cara. Los insultos inesperados no pueden generar indiferencia, por muy lejano que que se vea el capítulo en cuestión o rídiculo que encuentre a quien los vomita.

Si el agresor, convencido que todas las cosas sucedieron por su voluntad y olvidando arbitrariamente detalles grotescos, agrega "pendejo" un par de párrafos más abajo, significa que tampoco siente demasiado respeto por la persona que lo lee y, a mi modo de ver, se gana los pasajes para ser enviado a la mierda. Por cierto, también da derecho a su lector a decirle qué piensa de su vida, asumiendo el riesgo que las palabras se devuelvan como un pesado boomerang. Todo instantáneamente, al segundo, gracias a la tecnología de Bill Gates y su famoso Messenger. En este caso, mi amigo, el "agredido" siguiendo las definiciones anteriores, le respondió que su vida era vacía, pero lo dijo sólo por sus gustos e intereses, no como calificativo de existencia. Por lo mismo, también dijo que ella actuaba como una adolescente. De volea, le escupieron que su vida sí estaba vacía, de una manera alevosa, artera, asquerosa, sabiendo, claro está, cualquiera que lo conozca lo sabe, que no tiene la familia que le gustaría y eso le pesa mucho. Cuando me contó, me quedó claro que no había autocompasión ni victimización en lo que me estaba narrando. Sólo decepción, una profunda decepción.
Le dije a mi amigo que no se preocupara por huevadas, sobre todo si tiene tan claro que esa historia está enterrada y que sólo fue resucitada artificialmente. Le aconsejé que no dejara que nada perturbara el ánimo con que lo he visto los últimos días, con una sonrisa de diez metros, con tantas ganas de concretar sus sueños.

miércoles, agosto 03, 2005

EL QUE PESTAÑEA, ¿PIERDE?

"Quizás porque soy un mal negociante no pido nada a cambio de darte lo poco que tengo: mi vida y mis sueños"
(Charly García)



Tengo sueño. La pantalla brilla con intensos marcos celestes. Tal como cuando leo a medianoche, con un tic-tac lejano e imaginario, tal vez parecido al del reloj que escuché en la casa mi madrina española mientras mi hermano babeaba la almohada que compartíamos, me cuesta cerrar los ojos y boto unas lágrimas. Cuento los segundos sin pestañear. Es más entretenido que aguantar la respiración junto a la escalera de la parte honda de la piscina. Siempre perdí. Aquí no tengo competencia. Abro los ojos, me mareo un poco. Dudo si podré escribir sobre lo que he sentido en las últimas horas. Me arden. He visto mucho.

En las películas, los personajes pestañean exageradamente cuando observan algo increíble. Creen que sus ojos mienten. Los globos se han conjurado para engañar a quien los dirige, como si por un momento fueran capaces de desobedecer las órdenes cerebrales. Dos contra uno. Se independizan, nos cubren con una tela que nos atrae tanto como nos atemoriza. Los actores pestañean hasta convencerse de la realidad. Racionalmente, concluyen que los ojos no pueden reírse de ellos, por más que se esfuercen y nos nublen con destellos.

Pestañeé anoche. Hoy también. Abrí y cerré mil veces la persiana americana. Ahora estoy compensando. ¿Será cierto? ¿Puedo, al menos, creer? Tic- tac.