miércoles, enero 16, 2008

OFF


Un abogado me dice que uno de sus clientes, en representación de un importante grupo gremial, se reunió la semana pasada con los controladores de una empresa para advertirles que no se quedarían de brazos cruzados frente a una operación que estarían preparando, que implicaría una alta concentración en el mercado que participan. Tras la publicación, la nota ha sido desmentida por ambas partes. Producto del acuerdo "off the record" con que hablé con el abogado, el principal afectado, aunque no lo crean los afligidos empresarios, soy yo. La nota salió con mi nombre, por lo tanto mi credibilidad está en juego. Obvio que la del medio también, pero ningún diario piensa en argumentos humanitarios a la hora de limpiar su imagen. Como en todo orden de cosas, el hilo siempre se corta por lo más delgado. Eso no ocurrirá en este caso, pero el temor se agiganta con las horas. Ahora el abogado se está corriendo olímpicamente y no me ha aclarado nada. ¿Con qué fin podría haber mentido, si es un profesional serio que nos ha ayudado muchas veces con datos? No tengo la más puta idea.
Sin solucionar el problema, por la noche nos juntamos con otra pareja. Mi amigo, compañero del colegio, me había advertido que su nueva polola me odiaba sin conocerme. Años atrás, en un diario regional, escribí una nota sobre un accidente en que ella estuvo involucrada y que le significó un largo juicio. Cuando esta niña todavía se paseaba por tribunales, conoció a Rodrigo y le mostró la maldita nota que, a su juicio, daba entender que había alcohol de por medio, sin que la palabra fuera mencionada en el texto. Como fue un choque múltiple en la vía a Limache una tarde de domingo, creo que en verano, concluí que las sandías y los envases de bebidas encontradas en su vehículo significaban que "probablemente venían de un paseo". La descripción del accidente la armé con los antecedentes que me entregó la policía y algunos testigos.
Con el filtro aligerado por el trago, mi amigo le explica quién es el invitado.
-Este es el periodista que te cagó, lanza sin anestesia.
Ella, con una cara de reproche y asco indescriptible, brinda entonces por el accidente. Sin ánimo ni ganas de pensar, levanto la copa por inercia, lo que seguro, ahora recién me percato, debe haber sido un insulto para ella. En medio de la conversación, se levanta un poco la falda y muestra una larga y gruesa cicatriz a la altura de la rodilla. Se asegura que la haya visto antes de taparse nuevamente. Más tarde, recuerdo un par de anécdotas y, antes de terminarlas, ella intenta anticipar el fin imaginando que yo pregunté más de la cuenta o que me metí donde nadie me invitó. Por suerte, minutos más tarde, mi polola se da cuenta que tienen un amiga en común y el ambiente se relaja un poco. Ser periodista jode un poco la vida. A todos, parece. Quizás tenía razón Cobain cuando dijo que somos la peor raza. Pero eso soy.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿y qué pasó?... te defendieron tus jefes?

8:42 a. m.  
Blogger BarFly said...

recién regresé de mis vacaciones...lo más importante: ya pasó esa pesadilla....ahora estoy bien...

5:51 p. m.  

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