OUT OF SERVICE
No me hablen. Estoy fuera de servicio. Sólo quiero hablar con el dueño del quiosco de la esquina, que me entretiene bastante más que ustedes. Se consume el cigarrillo mientras los automóviles escupen bocinazos que un provinciano sólo puede admitir como anticipo de un choque. No, ellos son así. Por eso miran tanto en la calle, en el mall, en el café, en el restoran, donde sea. Necesitan saber que no pasan desapercibidos. Es mentira que en las grandes ciudades, si esta realmente es una de ellas, la gente no anda preocupada del resto. Aquí más que en ninguna otra parte. Miran, tasan, evalúan, congelan. Quedo intrigado por saber qué tipo de conclusión habrán sacado con mi viejo terno, que tiene varias tallas más que yo, mis calcetines cambiados o mi barba de universitario trasnochado. Seguro ninguna que me favorezca, pero no me importa. Ya queda la mitad del cigarrillo. Un sol que no alcanza a calentarme hace brillar las hojas que el conserje del frente, a quien retarán muy pronto, no ha sacado desde hace varios días. Quizás le gustan tanto como a mí. Rompen con el cuadro de edificios pomposos y estacionamientos repletos. Apago la colilla y me encierro otra vez. Por favor, no me hablen.