jueves, septiembre 29, 2005

SEÑOR COBRANZA


Se acercan las elecciones. A pesar que no anularé mi voto y seguiré participando en el juego democrático, siento vergüenza por la clase política chilena. Ver fotografías de Garretón en su lujosa oficina de director de Iansa me da asco. Entiendo que el muro cayó hace rato y que el hombre debe ser capaz de entonarse a los nuevos tiempos, pero las vueltas de carnero de gran parte de los barones progresistas son realmente surrealistas. Ahora comparten en elegantes recepciones con los mismos que antes los persiguieron e hicieron mil atrocidades impunemente. El perdón, palabra que les queda grande a esta manga de sinvergüenzas, es un cartón plegable, una publicidad estática que se saca con la facilidad con que uno se despoja de los calzoncillos al llegar a casa. Si no tuvieran la dieta parlamentaria, si vivieran en una población callampa como la gente humilde que creyó en ellos cuando se paseaban con el puño en alto, no podrían vivir debido al odio. Ahora se pelean el cariño de Bachelet, la obesa y consultiva muñeca que les dará teta durante cuatro años.

Me da risa cuando se habla de la madurez del sistema político chileno. Una mierda. ¿Qué pasaría si ganara Piñera? Todos hablan de sus cualidades empresariales. Destacan que votó por el “No” en el plebiscito del 88’, ignorando que al año siguiente participó activamente en la campaña de Büchi. Si venciera Piñera, se vería obligado a gobernar con la UDI, cuyos miembros están marcados por el silencio frente al atropello a los derechos humanos y las oscuras privatizaciones de las empresas estatales. Con la derecha en La Moneda, nadie detendría a la Triple Alianza, conformada por la Iglesia, el empresariado y los militares. ¿Quién fiscalizaría? ¿El Mercurio, La Tercera? Hablar de Lavín es una pérdida de tiempo. Se ha transformado en una caricatura de sí mismo. Para el 99’, leí esa basura de la “Revolución Silenciosa” y con eso me di cuenta que la escuela de Chicago no garantiza nada. Milton Friedman jamás hubiese pensado que los computadores Atari entregados por Pinochet en las escuelas numeradas cambiarían nuestra educación. Ese libraco representaba el respaldo intelectual de la “gran” obra militar. Nada raro dentro de la cultura de la basura que imperaba en aquel tiempo.

¿Juntos Podemos? Si bien respeto a intelectuales de la talla de Moullian, la mayoría de sus miembros, sobre todo los comunistas de base, parecen seres trasnochados. El gran problema del PC, algo que se puede atribuir a la hoy inmaculada Gladys Marín, es su apego a un discurso stalinista. Las purgas nunca existieron y Cuba, al igual que las desaparecidas RDA o URSS, es el paraíso.

Contra todos, no anularé.

miércoles, septiembre 28, 2005

TRAURIG

El síndrome de la empanada de talco se alivia con un vaso de Coca-Cola. La bebida se siente más dulce y fresca. Curiosamente, quizás por qué secreto de la naturaleza, los flatos no salen expulsados y se reúnen en el estómago o donde se produzcan como sindicato en huelga. Quieren hacer su trabajo: subir atarantadamente por el cuerpo y avergonzarnos ante el resto, a menos que estemos solos en la playa o en un carrete con los amigos de siempre. En esos casos, da lo mismo. Incluso, se puede ganar aplausos al lograr efectos estereofónicos como el famoso “tubería” de la época del colegio, sonido imposible de reproducir sin gruesos pulmones y un hocico del porte de Mick Jagger o Steven Tyler.

El azúcar fluye y engaña. Da tanto placer como cansa o da sueño. Nunca me he desvelado con Coca-Cola, aunque alguna vez, cuando pendejo, la mezclé con café para completar las 27 horas de la Teletón. Hoy no creo en el Viejo Pascuero ni menos en Don Francisco. Tampoco en los poderes de la Coca-Cola. Sólo tiene buen sabor, nada más. ES SENTIR DE VERDAD. Premio para el ahuevonado tan ingenioso que no durmió en dos semanas para escribir ese slogan comercial a mediados de los 80’. Parece que me lo creí.

Ya, basta de dribling. Nunca me gustó ensayar con los conos, menos si el ejercicio era tan largo que tus compañeros podían repetir el autogolazo del paraguayo Germán Vergara en el arco del Loco Fournier en el estadio La Portada de La Serena.

Mejor encarar de verdad.

martes, septiembre 27, 2005

MENDOZA


El parque es tan hermoso como lo recordaba. Por la ventana del taxi veo a jóvenes preparándose para jugar fútbol y familias babeando frente a parrillas repletas de carne. Los campos universitarios lucen atractivamente serios, sobrios como cualquiera de su especie, pero algo tienen que motivan a pensar en alguna inscripción para un post-grado o algo así. Antonio di Benedetto nació en Mendoza, aunque no sé si estudió aquí. ¿Habrá recorrido estos senderos antes de imaginar las desventuras de Zama? Eso aquí pocos lo saben, algo que no debe extrañar tanto, porque en Viña pocos ubican a Juan Luis Martínez, guardando las debidas proporciones.

El sol irrumpe con vehemencia, recordando que la primavera, con todas sus flores, depresiones y suicidios, ha llegado. Todo brilla como en una postal. Sonrío en busca de un lente que grabe la felicidad que siento. Siempre hay un lente. Desde chico he pensado que tengo un camarógrafo personal, contratado especialmente para mostrar la película de mi vida en mi lecho de muerte. Espero que tenga extras entretenidos, quizás entrevistas a villanos de mi infancia o escenas cortadas por mi inconsciente. Ojalá el camarógrafo no disfrute con artificios o montajes vanguardistas, porque no me gustaría reencontrarme con capítulos pegoteados forzadamente o efectos deformadores. Que ponga play y el documental corra sin sobresaltos, salvo los propios de mi experiencia. Del soundtrack me encargo yo, aunque, pensándolo bien, sería mejor entregarle una lista con canciones y sus respectivos años.

El zoológico es precioso. La mayoría de los animales duerme la siesta, cansados del banquete del mediodía, especialmente los felinos, salvo la pantera, que clava sus ojos implacablemente, dando la impresión que nos observa junto a un poco de ensalada y una manzana en la boca, como Elmer cuando persigue a Bugs Bunny o al Pato Lucas. Esa imagen es recurrente: la hemos visto en “La Quimera del Oro” de Chaplin y en el capítulo de Seinfeld donde el transpirado Newman fantasea con Kramer.

Los chimpancé confirman el cuento de la evolución de las especies. Es cierto, algunos nos parecemos más que otros a los simios. Es posible que sobreviva algo de Lancelot Link en mis genes. Por lo menos no doy vueltas de malacatonche y tengo un blog, así es que algo hemos avanzado. Darwin, sacúdete en tu cripta.

Un confundido taxista, la versión mendocina de Robert de Niro, con sobredosis de tinto y bife chorizo, añora la seguridad que daban Videla y sus secuaces gracias a sus sangrientas rondas a bordo de los hoy casi extinguidos Ford Falcon.

-Sí, che, está eso de las desaparecidos, es cierto, pero, por lo menos, no se veía la delincuencia de hoy. Uno podía andar tranquilo con la familia, sin temor a asaltos o cosas peores. Los militares no aguantaban nada.

En Chile estamos traumados con 3 mil desaparecidos. En Argentina, 30 mil personas corrieron la misma suerte. Y este hijo de puta dice que no es nada. Para cambiar de tema, le hablo sobre el defensa de San Martín que fue baleado a menos de un metro por un policía en el clásico con Godoy Cruz el fin de semana en el “Malvinas Argentinas”, estadio instalado a unos metros del zoológico. Sin arrugarse, culpa a los jugadores por calentar más de la cuenta el ambiente en la cancha y en las graderías. Sinceramente, creo que este tipo tiene más de simio que yo. Gorila con verso. Si tiro maní en el asiento del copiloto, seguro que se trastorna, para el taxi, se baja y se cuelga de un farol para saludar a los buses que bajan atestados de pasajeros desde una dura villa que queda detrás del zoo. Cuenta pestes sobre la población, describiendo sus noches como el desmadre de un spaghetti western, con la soltura de quien vive en un barrio acomodado. Me gustaría conocer la cueva que le permite referirse con tanto desprecio de gente que vive en condiciones que imagino muy similares a las suyas.

Lo único positivo de habernos subido a su carro fue la parada en el lago del parque. Realmente hermoso. La otra vez ni me enteré que existía. No está permitido bañarse ni usar botes. Sólo los socios del exclusivo club, cuya sede impresiona por su tamaño y orden, tienen derecho a practicar el remo en las tranquilas y cuidadas aguas. El simio se larga con un largo discurso en contra de la propiedad privada y de los privilegios de los pijes. De ahí no pasó mucho rato antes que se quejara de la presencia de los bolivianos. Para qué contar más: un idiota.

El centro de Mendoza se quedó pegado en los 80’. Los carteles de los locales tienen un diseño obsoleto, de colores muy apagados, con tantas sombras como la avenida San Martín. Si hasta al entrar en la farmacia, de corte familiar, con una abuelita canosa y de lentes en la caja, se respira un aire perdido, lejano, de sarcófago. Hay olor a remedio, entre metapío y azul de metileno, mezclado con algo pachulí. Parece que, afortunadamente, las nuevas generaciones no conocen el ardor de ese maldito líquido rojo, esencial en cualquier botiquín del pasado. Ahora aplican povidona yodada. ¿O eso también es viejo? Mierda, estoy envejeciendo. Mi mejor amigo del colegio, con quien mantengo contacto permanente, acaba de enterarse que será padre. Al escuchar la noticia, me alegré profundamente, pero también provocó un largo e íntimo devaneo sobre el paso del tiempo. Es mi primer amigo que da el paso decisivo entre juventud y adultez. Sacó el pasaporte con timbres de insomnio, pañales con caca, restricciones y gastos.


A pesar que el cambio ya no es tan favorable como antes, compro varias cosas, tal vez para premiarme por haberme titulado. El mayor premio fue haber ido contigo. Disfruté cada minuto, cada instante, ignorando el decorado, olvidando la demora de la mina de la tienda, la cola en MusiMundo o esa tabla miserable con queso peludo.



miércoles, septiembre 21, 2005

SÓLO PARA TI, VIEJA

Para muchos puede que no sea un gran logro. Hay miles de jóvenes que se pagan sus estudios. Lo tengo claro. En mi caso, después de haber sido un niño mimado, ha sido una odisea. No queda grande el título de odisea si tomo en cuenta mi paso por Arica. Me he titulado. Por fin. Los tres años que han pasado desde mi egreso de la universidad son ahora una anécdota, un recuerdo más entre tantos. Junté la plata para pagar la maldita tesis y el jueves aprobé la defensa con un 5, 5. De haber preparado mejor el powerpoint, seguro que habría sido un 6. Da lo mismo. Fiel a mi costumbre de hacer todo a última hora, quizás una de las pocas herencias de mi padre, terminé la presentación a las tres de la mañana, pocas horas antes del examen. Durante el día, ensayé en una especie de tarima que sobrevive a duras penas en Playa Negra. Sin pudor, con toda la guata al aire, me paseé de un lado a otro exponiendo el tema frente a las olas y un par de surfistas novatos. Mientras practicaba los énfasis y los gestos, imaginaba la mirada de muchos que hoy no están, partiendo por mi viejita. Antes de morir, me dijo que lamentaba no verme titulado. Y eso que no sabía que mi viejo no había pagado nada y que yo tendría que asumir el costo.

No sentí nervios. Nada. La Chichi, mi amiga de toda la vida, una de las personas que saben cuánto he sufrido por toda esta situación, me acompañó en el examen. Como había una charla del senador Ávila en la sala del lado, nadie entró a verme. Mejor. Uno de los miembros de la comisión, a quien ya conocía por partidos de fútbol, se empeñó en subrayar y exagerar los puntos flacos de mi investigación, pero no consiguió convencer al resto. A medida que pasaban los minutos, me di cuenta que el partido estaba ganado, que no tenían por dónde derrotarme. Hablé como si estuviera en el living de mi casa, sin temor, convencido de cada una de mis palabras.

Hoy reviso con respeto las noches solitarias en Arica, pues me ayudaron a crecer como hombre. El dolor, la autoflagelación, el miedo, todo eso, han mejorado mi espíritu, mi ser, mi esencia. Fue un aprendizaje a carne viva y oscuro a ratos. El péndulo se movía entre extremos casi esquizofrénicos, aunque ya en esa etapa intuía que tarde o temprano obtendría el equilibrio que ahora me llena de satisfacción y tranquilidad.

martes, septiembre 13, 2005

MOBY


Moby se transformó. Nada de perillas ni discos. Rock. Incluyó algunos de sus hits electrónicos, pero la euforia mayor se desató cuando tomó la guitarra y dijo que Bush era un ignorante. Lift me up. La negra, no tengo idea cómo se llama, tiene la mejor voz que he escuchado en mi vida. Insuperable. Dudo que vuelva a escuchar en vivo interpretaciones tan perfectas, profundas, sólidas. Nada mejor que acompañar esta sesión inolvidable con ron. Baile, saltos, abrazos, besos.
Por culpa de un taco, llegamos tarde al Espacio Riesco y alcanzamos a escuchar sólo dos canciones de Miranda, los argentinos que telonearon al tataranieto de Melville. Da lo mismo. Ya los veré otra vez.
Jornada inolvidable. El sonido no estuvo a la altura del evento, pero, bueno, qué le vamos a hacer, estamos en Chile.

lunes, septiembre 12, 2005

NADA PARTICULAR



A veces pienso si conviene vivir tan intensamente. Las alegrías y las penas se sobredimensionan o exageran involuntariamente, quizás en un estado parecido al de los abuelos que son incapaces de dominar sus emociones. Lloran por la familia que ganó la lotería y botan las mismas lágrimas por el niño que murió atropellado en la calle.
Confieso que la bipolaridad es un término que cada vez me interesa más. Me cuesta admitir que sufro un mal tan burgués. Lo más probable es que no tenga nada y sólo sea sugestión o un desánimo pasajero. La semana que pasó estuvo repleta de emociones. Se sucedieron una tras otra, como si asistiera a la función de un circo con números inagotables. No terminaba de digerir cuando aparecía otro acto en la arena. Todavía, a pesar de mi esfuerzo, no he logrado asimilar en detalle. La realidad ha empapado todo, tanto que es imposible estrujar. Sería fácil con una centrífuga, algo artificial que me engañara un poco, pero eso no va conmigo. Tengo que procesar, aunque me desvele noches enteras.

viernes, septiembre 02, 2005

EN LA VEREDA DEL AMANECER


Me refugio en los extremos. No quiero dormir. No me quiero perder amaneceres. Vuelo sin ser parte de nadie. He aprendido a unirme a las cosas simples: raíces, hojas, estrellas, reflejos. El destino nunca más hablará por mí. Sus puñales me tienen sin cuidado. Anestesiado contra todo, menos de las betarragas. Si me precipito al centro de la tierra, quiero quemarme de a poco, como Schwarzeneger en T2. En silencio, sin perdones ni confesiones. Menos ladridos. Calcinado y atorado de sentimientos desconocidos por el resto. Arderá la enciclopedia de anécdotas por inconsistente. Fin al efecto mariposa.

¿Dónde están esos ojos de miel? ¿Vieja, dónde estás? Ven un rato. No soy el héroe que imaginamos. Sentémonos otra vez en el paseo 21 de Mayo, mirando este Puerto maravilloso que quisiste tanto como hoy lo quiero yo. Un poco de jazz a lo lejos. Tengo tantas deudas, pero la que más me aflige es la que mantengo contigo. Las ofensas, las humillaciones, las injusticias, todo lo que venga de esta sociedad materialista, ya no me rasguña. Lo aprendí de ti. Las lecciones continúan a distancia, como esos cursos de Teleduc que veíamos los fines de semana acostados en tu cama. Ahora me doy cuenta que estabas tú, el Nico y yo. Él no estaba. Nunca estuvo. ¿Por qué te sacrificaste tanto?

Estoy sobre la mediocridad del resto, aunque no lo parezca. No me fijo en caretas idiotas. Así y todo, a veces siento que las piernas se me encogen, que no puedo seguir. No soy el héroe que imaginamos. Remember. Quiero un tren que me lleve a campos de oro, donde todavía brillen los valores que me inculcaste, tan escasos bajo el modelo que vivimos. Mientras consigo los boletos, seguiré soñando.

Hablemos de otra cosa, mejor. Para qué ponernos tristes.

jueves, septiembre 01, 2005

COFRADIA


Las manos sobre los vasos. No hay que descuidarse, pues, cuando uno menos lo espera, cae un proyectil y arruina el ron. Había perdido la costumbre de tomar con precaución, pendiente que no me engañen. Hasta en el brindis más sentimental, con las copas abrazadas, hay riesgo que alguien arroje una porquería. Hay cosas que no cambian. La cofradía casi en pleno. Otra vez. Lo mejor es que la invitación llegó a las dos de la mañana, justo antes de subir al auto de vuelta a la república independiente de Concón. Corrí las cuadras hasta el bar como si desbordara por la franja derecha y tuviera a Roberto Carlos persiguiéndome. No quería perderme nada más. Ya lo había pasado muy bien con mi prima, pero este bonustrack, con Falcocho despidiéndose para partir nuevamente a Iquique, valía la pena. Al diablo el sueño, la pega, la puntualidad, la resaca, todo. Los amigos están primero. Varias veces estuve en el lugar de Falcocho y no olvido a quienes me acompañaron en esas noches que sonreía por afuera y por dentro me quemaba al imaginar el retorno a la rutina desértica.