lunes, diciembre 21, 2009

EN CONSTRUCCIÓN

"Regresaba al pasado como a un dolor elegido, como si lo peor de esa tristeza fuera la posibilidad de perder su recuerdo"
El Testigo, Juan Villoro.


He perdido mi voz. Aunque esta confusión se puede atribuir al cansancio natural de diciembre, puede que sea un desorden de carácter más permanente. El remedio ideal sería el aislamiento. Así oiría con mayor fidelidad mi pensamiento y lo despojaría de todos los elementos contaminantes. Se acabaría el mareo.


Antes creía en el romanticismo de encerrarme en un cuarto hasta despejarme por completo. Licencias de juventud. No pedía permiso a nadie. Tampoco sentía culpa. Podía pensar sólo en mí.


Hoy quiero levantar mi propio muro. A mi lado, sólo quedará mi mujer y un par de amigos. Nadie más. El ruido que atraviese la barrera llegará dosificado. El colador básico: alejarme del discurso fácil, de las falsas amistades, del cliché treintón del éxito y de las lecturas que sugiere la corriente de turno.