sábado, marzo 05, 2005

RUTA DE LA FE

NOTA: HACE UNOS MESES, ME TOCÓ HACER UNA NOTA SOBRE UNA SACRIFICADA PEREGRINACIÓN A UN SANTUARIO UBICADO AL INTERIOR DE ARICA. FUE UNA GRAN EXPERIENCIA.


5 AM, ROTONDA TUCAPEL

La Asociación Provincial de Dueños de Taxibuses tuvo la buena idea de fusionar sus servicios y vender tickets electrónicos ida y vuelta al paradero de Chamarcusiña. Los monitores de los computadores se ven raros al interior del quiosco de completos, quizás por la fragilidad de las maderas que los sujetan. Hace un poco de frío. Compramos los pasajes y nos ubicamos en uno de los buses. Las cumbias de "Banda Blanca" encienden un poco el ambiente dominado por el sueño, aunque pocos peregrinos conversan. Al subir un rezagado que a última hora se acordó de comprar las velas, iniciamos la ruta hacia el santuario de la Virgen de Las Peñas. Revisamos nuestro inventario: libreta de apuntes, cámara, gorros y un par de lentes "bamba". El bloqueador solar, vital en la jornada, quedó tirado por ahí. Eso pasa por salir apurados.

Una hora después, abrimos los ojos en una posta de automóviles, sorprendiéndonos con la larga fila de vehículos. Nos bajamos un poco para mover las piernas, sacudir la modorra y, de paso, conversar con los otros pasajeros. Don Miguel, quien todos los años cumple con el rito, se muere de la risa cuando le digo que quiero que empiece luego la caminata. "Ahí te quiero ver, cabrito", dice con una sonrisa segura. Como consejo, me recomienda usar un palo como bastón, como el maestro Yoda en La Guerra de las Galaxias. Antes de volver al bus, le doy el saludo de rigor.

- Que la fuerza nos acompañe, don Miguel

- No, hijo, lo importante es la fe



7 AM, CHAMARCUSIÑA

El cartel de un candidato a alcalde, infaltable en cualquier parte, incluso en una fiesta religiosa, nos indica que hemos llegado al paradero. Atrás quedaron las plantaciones de tomates, ahora sólo vemos desierto, todavía opaco por la falta de luz. Para calmar un poco las tripas, compramos unas sopaipillas del tamaño de las palmeras de azúcar que venden en las playas. En el último mordisco, notamos que pasa una pareja con unos bastones de montañismo que seguramente servirían para escalar el Everest o el K2. Me acuerdo de don Miguel.

Caminamos. Las personas que vienen de vuelta, varias de ellas con evidentes achaques, miran como queriendo decir "uff, no saben lo que les espera". Nosotros, por lo menos, no tenemos idea, pues es nuestra primera peregrinación.

Por casualidad, me puse una polera que compré en la ropa americana y que tiene un sello sobre un encuentro cristiano en Gringolandia. El nombre "Jesús" sobresale en mi pecho y percibo que varios se detienen en él, tal vez dando por hecho que soy un ferviente creyente.

Una alfombra de piedras, de los más diversos tamaños y formas, nos obliga a dar pequeños saltos. Los cerros se ven imponentes, como andamios que quieren cambiar el color del cielo, aunque, con tantos presagios de terremoto, incluidos los de Alejandro Ayún, el telegurú de moda, también dan un poco de susto. Tal vez se cumpla el vaticinio, nadie lo sabe, pero la Virgen de Las Peñas no permitirá que sea justo ahora.

Al cruzar los puentes que atraviesan el río San José, uno siente que va arriba de una cama sin colchón, sólo con las frágiles tablas que se quiebran como papas fritas. Hay que pasar con cuidado, porque hay varias a punto de ceder. Si viene algún gordito, es mejor esperar un poco, a menos que se quiera correr el riesgo de quedar empapado. En esas colas, se repiten los saludos entre conocidos del tipo "ah, qué bueno que pudo venir, tía" o "llámame mañana para jugar una pichanguita". El acento peruano que flota en el aire confirma que muchos vecinos cruzaron la frontera para cumplir mandas o agradecer a la Virgen.



HELADERO

Como no me gustan las naranjas, espero acercarme a unos bocinazos que suenan de lejos. José Ortega estudia Pedagogía en Física y Matemáticas en la Universidad de Tarapacá y tiene problemas para cancelar el arancel. Con mucha fe, arrendó una mula en 15 mil pesos y se instaló con una enorme caja con helados, todos, vaya qué paradoja, con sabor a naranja.

"Me ha ido más o menos no más. Cuando uno tiene deudas, no puede quedarse de brazos cruzados", nos explica.

Le compramos unas paletas y seguimos nuestro camino. Ya han pasado cerca de dos horas. Con atención, vemos como algunas personas lanzan piedras sobre algunos montículos (apachetas). ¿Tiro al blanco? Las tiran y siguen. Uno de los peregrinos nos dice que es una vieja costumbre que, supuestamente, da buena suerte para el viaje. Por si las moscas, agarramos unos camotes y disparamos, a pesar que somos un poco escépticos frente a estas cosas.

La suerte duró poco. Metros más adelante, nos encontramos con el llamado "caracol", un estrecho espiral de tierra y piedras que exige caminar lento, porque cualquier roce, el más leve "hombro con hombro" futbolero, puede provocar un accidente. Prohibido adelantar.

¿Cuánto queda? "Tranquilo, chiquillo, si no queda tanto", dice una señora. Después de un buen rato, nos acercamos a Humagata, área dotada de un verde especial, de postal, con vacas que saludan moviendo sus colas a los fieles de la Virgen. El "cara de gallo", como se le dice popularmente al sol, ataca sin piedad.

Los tambores anuncian que estamos cerca del santuario. La mitad de la misión está cumplida. A medida que nos acercamos al templo, aumentan las carpas junto al río, una tras otra, formando una hilera interminable. Un grupo de jóvenes que descansa con los pies en el agua nos cuenta que llegaron el viernes y lo han pasado muy bien. "Aparte del tema religioso, de agradecer a la Virgen, uno entra en contacto con la naturaleza de una manera muy especial, siente que forma parte de la fauna del valle", nos dice una chica con entusiasmo.

Devoramos unas empanadas frías antes de acercarnos a los puestos de artesanía. La arequipeña Marta Balión tiene imágenes de la Patrona en todos los tamaños y precios, confeccionadas por ella misma y su hermano. Hace siete años que viene para acá y dice que las ventas marchan mejor de lo esperado. Casi se me cae una figura de las manos cuando pasa una caravana de ciclistas tan equipados como si estuvieran en la Vuelta de Chile. Sin querer, me acuerdo de los arranques de Peter Tormen y el "Lobo" Vera.

Felipe Vega y Harry Aguirre forman parte del Club Virroal de Arica, entidad que por tercer año consecutivo quiso participar de esta fiesta pedaleando 134 kilómetros. "Es muy entretenido. Antes veníamos caminando y ahora lo hacemos en bicicleta, que es algo que nos apasiona", dice Felipe.



SANTUARIO

Cerca de 50 soldados reciben la Primera Comunión en la misa que oficia el padre Amador Soto a las once de la mañana. La comitiva del Ejército está encabezada por el general Tulio Hermosilla, comandante en jefe de la VI División. Los rostros frescos y sin una mueca de cansancio de los soldados contrastan con las decenas de fieles que buscan sombra en los rincones o alivian las ampollas de los pies en las heladas aguas del río.

El padre Amador destaca el esfuerzo de las peregrinos y cómo la Virgen los recibe con los brazos abiertos para entregarles la alegría y fortaleza para cumplir con las ocupaciones de la vida. "Llegan transpirando, algunos cayéndose, pero se retiran llenos de paz y de gozo", dice.

María Aliaga ha venido siempre. Jamás olvidará que, hace unos años, la Virgen le salvó la vida a un sobrino que fue atropellado por un camión en la Panamericana. Cuando los médicos no dieron mayores esperanzas, la familia se encomendó a la Patrona.

"Fue un milagro, porque los doctores nos dijeron que nos teníamos que resignar a que muriera. Ese año bailé por ella y hoy espero hacerlo de nuevo, a pesar que los años no pasan en vano. Uno queda cansada, pero vale la pena, porque uno regresa renovada, con esperanza", afirma.

Rosa Cotaipi no está pagando ninguna manda en particular. Asegura que la receta para no desfallecer en el camino es ir bien "lentito" y descansar cada vez que el cuerpo lo pida, sin importar el retraso. "Para mí es lo más grande venir a dar gracias a la Virgen. Además, los pecados se pagan en el camino, porque es una celebración bastante sacrificada", apunta.



ALFERAZGO

El Alferazgo Santuario Virgen de Las Peñas es la entidad encargada de la mantención y cuidado del recinto. Este año, los alféreces han subido más de doce veces (si suman los días, el equivalente a dos meses) para cumplir sus actividades, entre ellas, la habilitación de confesionario, mejorar el camino, traer combustible y generadores. Nosotros apenas pudimos hacer el recorrido con una cámara y una libreta, pero estos hombres sienten un compromiso a toda prueba.

Erie Vásquez Benitt, presidente de la agrupación, cuenta que la historia del santuario se pierde en los siglos, pero ya habría existido en 1793, de acuerdo a los escritos parroquiales de Arequipa.
Los bailes al interior del templo deslumbraron a todos, especialmente a los niños.
"El comienzo, espiritualmente hablando, es anterior a los españoles. Luego se produjo una mancomunión de tradiciones con el nuevo Dios. Esa fusión quedó en los pueblo andinos y le dio un carácter popular, si bien existen posiciones adversas a este tipo de manifestaciones. El primer hombre creyó en la montaña, en los pájaros, en el milagro de la luna y eso se transformó en un movimiento cristiano. Cuando vino el Papa, él garantizó y la realzó como una parte importante de la evangelización", profundiza.


VUELTA
Antes de retornar, nos maravillamos con los bailes que los distintos grupos de la zona ofrecieron en el templo. Sus acompasados movimientos, mezclados con tambores y trompetas, trascienden el esquema formal que uno tiene incorporado desde la escuela, con el sacerdote recitando el sermón bajo un silencio sepulcral.
La danza nos motiva para las tres horas que nos esperan hasta el paradero. Luego de ver tanta alegría, el viaje se hizo más corto.

viernes, marzo 04, 2005

PASE ESCOLAR

Después de una agotadora jornada reporteril, caminé un par de cuadras para tomar la micro que me deja más cerca de la casa. Como pasa cada 20 minutos, el paradero estaba repleto de personas, todas con caras largas. Mientras compraba un paquete de maní confitado para engañar al estómago y agrietar un poco más mis dientes, divisé a una de las viejas máquinas de la línea "Lo Mata", como le decimos en el barrio por sus choferes canallas e imprudentes.
Venía lento, tocándole la bocina a cualquier tipo que se asomara por algún callejón a 50 metros a la redonda. Noté que la mayoría estaba pajareando, así es que me fui adelantando para ganarles el "hombro con hombro", esquivando cristianos como si fueran conos de prueba de autos.
Cuando ya soñaba con un asiento vacío junto a la ventana, tropecé con un maldito hoyo que me relegó a la puerta de la micro, detrás de todos, colgado de la puerta. Afortunadamente, pronto mi vida dejó de estar en peligro y pude avanzar por el angosto pasillo lleno de bolsas y mochilas de escolares. Con los brazos acalambrados y ahogado por el encierro, capté uno de los shows urbanos más frecuentes en marzo: la eterna pelea entre el chofer y el universitario por el pase escolar.
-Un escolar
-Schihhh, ¿y el pase?
-Todavía no me lo dan, pero ando con la matrícula
-No sirve esa cuestión, bájate rapidito mejor
-Nica
-¡¡¡Ya poh, déjelo pasar!!! (pasajeros humanizados en coro)
Pasaron minutos que se hicieron eternos, podía ver mi cara en el reflejo del vidrio. La micro entera empezó a pifiar para que el chofer recordara que a pocos les sobra la plata en este país.
Los escolares que estaban al fondo formaron un sindicato para armar un concierto de golpes a puertas, asientos y ventanas. El conductor, más que molesto, detuvo el motor para desafiar a los que protestaban, mientras el joven con cara de pollo todavía conservaba la matrícula en su mano.
Por suerte, el compadre se dio cuenta que estaba equivocado y el estudiante pudo integrarse a los pasajeros. Al ratito, subió otro con matrícula...

ESCRITOS DE UN VIEJO INDECENTE

Se cumplieron diez años de la muerte de Charles Bukowski. A pesar que fue contemporáneo a los "beatniks", el viejo quedó fuera de la generación de Burroughs y Kerouac porque "Cartero", su primera novela, fue publicada en 1970, cuando el autor tenía 50 años. Partió tarde, pero de inmediato se convirtió en un escritor de culto, de esos que uno recomienda para callado a los amigos. Aunque algunos críticos dicen que Bukowski escribió el mismo libro varias veces o que se repitió mucho, su particular visión de la sociedad norteamericana es algo ineludible, un referente obligado si se quiere conocer el lado B del american way of life. La filosofía barata de Henry Chinaski, su alter ego, ayuda a entender la frustración que existe en los gringos que no salen en las revistas faranduleras ni conocen las montañas rusas. Si bien muchos se quedan con su humor ácido y su alcoholismo, el lector más atento capta que detrás de la careta de bad boy, de curado odioso, hay un espíritu tierno y muy sensible.

"Escritos de un viejo indecente" reúne los relatos publicados en la revista underground Open City. En ellos, Bukowski nuevamente se ríe de la hipocresía y de todos los tipos que corren tras el reconocimiento, pendientes de sentirse validados por sus pares. Su estilo (sencillo, económico, de muchos puntos seguidos) es fácilmente digerible y el modo de contar las historias captura al lector. Brutalidad y sinceridad se funden en un trabajo descarnado que no deja indiferente a nadie. Uno puede amar u odiar a Bukowski, no hay medias tintas.

EL RIO

Pocos ubican a la "Ficción pulpa criolla". Fue un grupo reducido, una cáfila sedienta de sangre, sudor y cuchillos. Herederos de la prosa proletaria de Nicomedes Guzmán, sus miembros se esforzaron por mostrar el mundo de los bajos fondos, claro que sin el afán de adoctrinar políticamente a los lectores. Las obras de Alfredo Gómez Morel y Armando Méndez Carrasco son duras, fuertes, no dejan indiferente a nadie.

Gómez Morel terminó de escribir "El Río" mientras cumplía condena en la cárcel de Valparaíso, a finales de los 50'. Por casualidad, los manuscritos cayeron en manos de Pablo Neruda, quien inmediatamente bautizó la novela como el "clásico de la miseria".

De corte autobiográfico, este hombre cuenta la inquietante vida de un niño que es abandonado por su familia. Su padre, un prestigioso abogado, nieto de un conocido parlamentario durante el gobierno de Pedro Montt, no lo reconoció y su mamá no halló nada mejor que dejarlo tirado en la Alameda de San Felipe. Años más tarde, su progenitora se arrepiente y se lo lleva a Santiago, donde el leguleyo los empezó ayudar con una suerte de pensión.

En la capital, el pequeño Alfredo da sus primeros pasos en la delincuencia junto a los "pelusas" del Mapocho. Luego de ser violado por dos curas del colegio, el niño decide instalarse definitivamente en la caleta, cumpliendo los brutales ritos que exigen los líderes marginales.

El libro revisa la transformación de Alfredo, la pérdida de la inocencia y su desilusión frente a la sociedad. Fuguet dijo acertadamente una vez que Gómez Morel era el "Dickens" del Mapocho. Quizás uno de los puntos más rescatables es la honestidad del autor, su desvergonzada y particular manera de ver la delincuencia. Mugre envuelta en poesía.

EL SANGRADOR

En una conferencia que dio Jose María Memet en La Sebastiana, participé en un debate sobre la casi nula posibilidad de integrarse plenamente al círculo literario fuera de Santiago. En el fondo, cumplir el objetivo: publicar. Dijeron que la única excepción era el antofagastino Patricio Jara, a quien yo ubicaba sólo por algunas columnas en The Clinic, especialmente una sobre los yanquis.

La novela "El Sangrador" confirma que hay estar atentos a lo que se hace en regiones. Es una obra ágil, inteligente, con personajes entrañables y sólidos. Las elogiosas palabras de Rivera Letelier en la contratapa engañan un poco y más de un distraído puede descartar a priori el libro pensando que está cargado de frases rimbombantes y analogías rebuscadas y pretenciosas. Todo lo contrario: Jara utiliza un estilo sobrio, sin piruetas, directo y preciso.

Apolonio Mancuso es un "sangrador" de prestigio en Elvira a mediados del siglo XIX. Sin estudios formales, sólo leyendo de todas partes, Mancuso se había ganado el respeto de los habitantes, quienes no dudaban en golpear su puerta al sentir dolores en su dentadura. Suena un poco 'gore' el término, pero refleja a la perfección el arriesgado trabajo que realizaban estos tipos con sus instrumentos. El negocio se le viene abajo cuando aparecen dos jóvenes dentistas limeños que llegan a profesionalizar la atención. Mancuso queda a la deriva, sin clientela ni plata para pagar su solitaria vida. El viejo decide hurguetear en los archivos de la biblioteca y encuentra una noticia sobre la construcción de un taladro dental en Estados Unidos. Luego de varios intentos, consigue hacer una réplica y parte a Antofagasta en una aventura que entretiene de principio a fin. Hasta Hilarión Daza recurre a sus servicios. La novela se sustenta en la fortaleza de Mancuso frente a la adversidad y su valentía para encarar a los poderosos.

jueves, marzo 03, 2005

RIO MISTICO

Es una historia que se digiere como si fuera una novela negra de Chandler, aunque, como no hay un personaje que dirija la trama, el espectador juega al rol de Marlowe, suponiendo quién es el culpable a través de la pistas que nos deja el viejo Clint.

Supongo que todos los lectores conocen más o menos de qué se trata: tres amigos de la infancia se reencuentran a raíz del asesinato de la hija de uno de ellos. Habían perdido el contacto luego que el más "pavo" del trío sufriera un salvaje ataque sexual. Si ya normalmente cuesta sintonizar con los amigos del barrio cuando se dejan de ver, el asunto se complica el doble al existir un episodio tan traumático de por medio. Cualquier de los tres niños podría haber sido la víctima y eso no se olvida.

Los personajes están claros: Sean Penn es el mafioso padre, Tim Robbins es el loco sospechoso y Kevin Bacon es el policía confundido.

Sería un crimen adelantar parte de la trama, así es que prefiero enfocarme en la parte sustancial del guión: la estigmatización de las víctimas de ataques sexuales. No es casualidad que Eastwood haya situado el cuento en Boston y que el costoso anillo de uno de los violadores llevara una cruz. La Iglesia Católica bostoniana todavía llora los millones de dólares que tuvo que desembolsar para pagar las indemnizaciones por daños morales a las decenas de niños violados por sacerdotes. Una persona que sufre algo así jamás logra abstraerse del incidente y por eso le cuesta, generalmente, establecer relaciones afectivas. Es un pecado que ni el misticismo del Río Jordán puede limpiar.

MONSTER

Los monstruos de la crónica roja no son tan perversos como parecen. Joaquín Edwards Bello escribió una vez que no existen crímenes, sólo destinos. No pretendo dar la lata con análisis freudianos sobre la influencia de determinados actos o afectos de la infancia en nuestra vida posterior, pero es evidente que los chacales siempre cargan historias de miseria y dolor. Lo digo en serio, no con fines comerciales, como el morboso Carlos Pinto.

Charlize Theron se unió a las filas camaleónicas del cine al engordar 15 kilos y desfigurar su hermoso rostro para interpretar a Ailleen Wuoros, la primera asesina en serie norteamericana. La mujer perdió tempranamente la inocencia al ser violada por un amigo del padre, un borracho sin remedio. Su sueño de ser modelo se esfuma en la calle, patinando de una esquina a otra en busca de clientes. Sexo,cerveza y soledad.

Su vida sufre un giro cuando conoce a una adolescente que le despierta una ternura que no había sentido antes. No demoran mucho en irse a la cama. La joven, interpretada por Christine Ricci, la hija de Raul Julia en "Los Locos Adams", abandona su casa para iniciar una aventura carretera con Wuoros. Aunque en el expediente policial no queda claro que Wuoros haya asesinado a seis hombres para financiar este amorío, la directora y guionista Patty Jenkins se la jugó por esta versión. Como se sabe, antes de ser ejecutada, Wuoros se negó tajantemente a hablar con Jenkins, quien había adquirido los derechos cinematográficos varios años antes.

El trabajo de Theron es notable, perfecto, digno del Oscar. A pesar de la rudeza del personaje, la actriz sudafricana logra transmitir los rasgos amables que alguna vez tuvo Wuoros. El destino dijo otra cosa.

ESTRELLA DISTANTE

Había oído de Bolaño, pero sólo breves comentarios. Fue como el año 2000. Por coincidencia, porque me habían regalado una entrada, fui a una charla que tuvo con Warnken en la Estación Mapocho. Ese hombre flaco, con tono cuate, era especial. Recuerdo que leyeron unos versos de Pablo de Rokha sacados de la Antología del 38´, el trabajo de Anguita y Volodia que marginó a la Mistral.

A la salida del recinto, en uno de los primeros stand, compré a tres lucas "La Pista de Hielo". Me gustó. Fue fácil llegar al resto, entre ellos, "Estrella Distante", que acabo de releer. Detesto a los viudos de Bolaño que aparecieron después de su muerte, casi tanto como los hinchas de la "U", que salieron de quién sabe dónde, luego del bicampeonato 94-95. Por eso me permito esta introducción.

Esta novela tiene un comienzo similar al de "Los Detectives Salvajes", ligado a los talleres poéticos y los primeros tropiezos literarios. El lector engancha con facilidad, gracias a un lenguaje fluido, culto pero no "intelectualoide" y , sobre todo, auténtico.

En la soñadora y convulsionada Universidad de Concepción de la Unidad Popular, un falso poeta adelanta sus tareas de cacería. El impostor, un retorcido "artista" que escribe con el humo de su avioneta en el cielo, cautiva a los jóvenes que creían en la revolución con gusto a empanadas y vino tinto. Muchos pagarán ese anhelo con su vida. Bolaño, al igual que en sus otras obras, especialmente en las aventuras de Arturo Belano y Ulises Lima, maneja magistralmente las secuencias temporales, navegando sin problemas, con viento a favor, se podría decir que hasta con un sentido tarantinesco. Flashbacks, racconto, llámelo como quiera, el hombre sabía lo que hacía. Como dijo Nicanor Parra, le debemos un hígado a Bolaño.

miércoles, marzo 02, 2005

COBRO REVERTIDO

José Leandro Urbina pertenece a la "Nueva Narrativa" que inventó la Editorial Planeta a comienzos de los 90´ para vender más libros. Artificialmente, echaron en el mismo saco a Fuguet, Collyer, Ampuero, Maturana, Contreras y varios más, como si todos adscribieran a un mismo estilo o movimiento. Las aventuras policiales de Cayetano Brulé no tienen ninguna relación con los carretes de Matías Vicuña en "Mala Onda". Así se puede dar muchos ejemplos. Urbina tiene un mérito especial: fue el único que se atrevió a mostrar la realidad del exilio sin usar argumentos panfletarios o doctrinas trasnochadas.

"Cobro Revertido" es una novela ágil, de mucho diálogo, que mezcla el desarraigo terrenal y el dolor por la muerte de la madre. Luego de pasar por detenciones y torturas, que sólo son nombradas, el protagonista se radica en Canadá, donde se propone rearmar su vida. Todo le sale mal, tanto en el plano profesional como en el afectivo. Su existencia es triste, pesada, salvo cuando se reúne con otros exiliados y entre todos exorcizan sus males. En eso está cuando le avisan que ha fallecido su mamá en Chile, la mujer que lo sobreprotegió desde que abrió los ojos. A través de una estructura inteligente, precisa, Urbina va alternando el exilio con los recuerdos familiares, episodios que, si el lector ha perdido un ser querido, agradecerá infinitamente. A pesar de los riesgos que implica volver al oscuro Santiago de finales de los 70', el protagonista, apodado "Sicólogo", decide que tiene que acompañar a su madre en el último adiós. Todos sus amigos, tan angustiados como él, agotan todas las posibilidades para financiar el arriesgado viaje, atravesando por una serie de paradójicos acontecimientos que a veces hacen reír y otras, la mayoría, estremecen por su emotivo contenido.