RUTA DE LA FE
5 AM, ROTONDA TUCAPEL
La Asociación Provincial de Dueños de Taxibuses tuvo la buena idea de fusionar sus servicios y vender tickets electrónicos ida y vuelta al paradero de Chamarcusiña. Los monitores de los computadores se ven raros al interior del quiosco de completos, quizás por la fragilidad de las maderas que los sujetan. Hace un poco de frío. Compramos los pasajes y nos ubicamos en uno de los buses. Las cumbias de "Banda Blanca" encienden un poco el ambiente dominado por el sueño, aunque pocos peregrinos conversan. Al subir un rezagado que a última hora se acordó de comprar las velas, iniciamos la ruta hacia el santuario de la Virgen de Las Peñas. Revisamos nuestro inventario: libreta de apuntes, cámara, gorros y un par de lentes "bamba". El bloqueador solar, vital en la jornada, quedó tirado por ahí. Eso pasa por salir apurados.
Una hora después, abrimos los ojos en una posta de automóviles, sorprendiéndonos con la larga fila de vehículos. Nos bajamos un poco para mover las piernas, sacudir la modorra y, de paso, conversar con los otros pasajeros. Don Miguel, quien todos los años cumple con el rito, se muere de la risa cuando le digo que quiero que empiece luego la caminata. "Ahí te quiero ver, cabrito", dice con una sonrisa segura. Como consejo, me recomienda usar un palo como bastón, como el maestro Yoda en La Guerra de las Galaxias. Antes de volver al bus, le doy el saludo de rigor.
- Que la fuerza nos acompañe, don Miguel
- No, hijo, lo importante es la fe
7 AM, CHAMARCUSIÑA
El cartel de un candidato a alcalde, infaltable en cualquier parte, incluso en una fiesta religiosa, nos indica que hemos llegado al paradero. Atrás quedaron las plantaciones de tomates, ahora sólo vemos desierto, todavía opaco por la falta de luz. Para calmar un poco las tripas, compramos unas sopaipillas del tamaño de las palmeras de azúcar que venden en las playas. En el último mordisco, notamos que pasa una pareja con unos bastones de montañismo que seguramente servirían para escalar el Everest o el K2. Me acuerdo de don Miguel.
Caminamos. Las personas que vienen de vuelta, varias de ellas con evidentes achaques, miran como queriendo decir "uff, no saben lo que les espera". Nosotros, por lo menos, no tenemos idea, pues es nuestra primera peregrinación.
Por casualidad, me puse una polera que compré en la ropa americana y que tiene un sello sobre un encuentro cristiano en Gringolandia. El nombre "Jesús" sobresale en mi pecho y percibo que varios se detienen en él, tal vez dando por hecho que soy un ferviente creyente.
Una alfombra de piedras, de los más diversos tamaños y formas, nos obliga a dar pequeños saltos. Los cerros se ven imponentes, como andamios que quieren cambiar el color del cielo, aunque, con tantos presagios de terremoto, incluidos los de Alejandro Ayún, el telegurú de moda, también dan un poco de susto. Tal vez se cumpla el vaticinio, nadie lo sabe, pero la Virgen de Las Peñas no permitirá que sea justo ahora.
Al cruzar los puentes que atraviesan el río San José, uno siente que va arriba de una cama sin colchón, sólo con las frágiles tablas que se quiebran como papas fritas. Hay que pasar con cuidado, porque hay varias a punto de ceder. Si viene algún gordito, es mejor esperar un poco, a menos que se quiera correr el riesgo de quedar empapado. En esas colas, se repiten los saludos entre conocidos del tipo "ah, qué bueno que pudo venir, tía" o "llámame mañana para jugar una pichanguita". El acento peruano que flota en el aire confirma que muchos vecinos cruzaron la frontera para cumplir mandas o agradecer a la Virgen.
HELADERO
Como no me gustan las naranjas, espero acercarme a unos bocinazos que suenan de lejos. José Ortega estudia Pedagogía en Física y Matemáticas en la Universidad de Tarapacá y tiene problemas para cancelar el arancel. Con mucha fe, arrendó una mula en 15 mil pesos y se instaló con una enorme caja con helados, todos, vaya qué paradoja, con sabor a naranja.
"Me ha ido más o menos no más. Cuando uno tiene deudas, no puede quedarse de brazos cruzados", nos explica.
Le compramos unas paletas y seguimos nuestro camino. Ya han pasado cerca de dos horas. Con atención, vemos como algunas personas lanzan piedras sobre algunos montículos (apachetas). ¿Tiro al blanco? Las tiran y siguen. Uno de los peregrinos nos dice que es una vieja costumbre que, supuestamente, da buena suerte para el viaje. Por si las moscas, agarramos unos camotes y disparamos, a pesar que somos un poco escépticos frente a estas cosas.
La suerte duró poco. Metros más adelante, nos encontramos con el llamado "caracol", un estrecho espiral de tierra y piedras que exige caminar lento, porque cualquier roce, el más leve "hombro con hombro" futbolero, puede provocar un accidente. Prohibido adelantar.
¿Cuánto queda? "Tranquilo, chiquillo, si no queda tanto", dice una señora. Después de un buen rato, nos acercamos a Humagata, área dotada de un verde especial, de postal, con vacas que saludan moviendo sus colas a los fieles de la Virgen. El "cara de gallo", como se le dice popularmente al sol, ataca sin piedad.
Los tambores anuncian que estamos cerca del santuario. La mitad de la misión está cumplida. A medida que nos acercamos al templo, aumentan las carpas junto al río, una tras otra, formando una hilera interminable. Un grupo de jóvenes que descansa con los pies en el agua nos cuenta que llegaron el viernes y lo han pasado muy bien. "Aparte del tema religioso, de agradecer a la Virgen, uno entra en contacto con la naturaleza de una manera muy especial, siente que forma parte de la fauna del valle", nos dice una chica con entusiasmo.
Devoramos unas empanadas frías antes de acercarnos a los puestos de artesanía. La arequipeña Marta Balión tiene imágenes de la Patrona en todos los tamaños y precios, confeccionadas por ella misma y su hermano. Hace siete años que viene para acá y dice que las ventas marchan mejor de lo esperado. Casi se me cae una figura de las manos cuando pasa una caravana de ciclistas tan equipados como si estuvieran en la Vuelta de Chile. Sin querer, me acuerdo de los arranques de Peter Tormen y el "Lobo" Vera.
Felipe Vega y Harry Aguirre forman parte del Club Virroal de Arica, entidad que por tercer año consecutivo quiso participar de esta fiesta pedaleando 134 kilómetros. "Es muy entretenido. Antes veníamos caminando y ahora lo hacemos en bicicleta, que es algo que nos apasiona", dice Felipe.
SANTUARIO
Cerca de 50 soldados reciben la Primera Comunión en la misa que oficia el padre Amador Soto a las once de la mañana. La comitiva del Ejército está encabezada por el general Tulio Hermosilla, comandante en jefe de la VI División. Los rostros frescos y sin una mueca de cansancio de los soldados contrastan con las decenas de fieles que buscan sombra en los rincones o alivian las ampollas de los pies en las heladas aguas del río.
El padre Amador destaca el esfuerzo de las peregrinos y cómo la Virgen los recibe con los brazos abiertos para entregarles la alegría y fortaleza para cumplir con las ocupaciones de la vida. "Llegan transpirando, algunos cayéndose, pero se retiran llenos de paz y de gozo", dice.
María Aliaga ha venido siempre. Jamás olvidará que, hace unos años, la Virgen le salvó la vida a un sobrino que fue atropellado por un camión en la Panamericana. Cuando los médicos no dieron mayores esperanzas, la familia se encomendó a la Patrona.
"Fue un milagro, porque los doctores nos dijeron que nos teníamos que resignar a que muriera. Ese año bailé por ella y hoy espero hacerlo de nuevo, a pesar que los años no pasan en vano. Uno queda cansada, pero vale la pena, porque uno regresa renovada, con esperanza", afirma.
Rosa Cotaipi no está pagando ninguna manda en particular. Asegura que la receta para no desfallecer en el camino es ir bien "lentito" y descansar cada vez que el cuerpo lo pida, sin importar el retraso. "Para mí es lo más grande venir a dar gracias a la Virgen. Además, los pecados se pagan en el camino, porque es una celebración bastante sacrificada", apunta.
ALFERAZGO
El Alferazgo Santuario Virgen de Las Peñas es la entidad encargada de la mantención y cuidado del recinto. Este año, los alféreces han subido más de doce veces (si suman los días, el equivalente a dos meses) para cumplir sus actividades, entre ellas, la habilitación de confesionario, mejorar el camino, traer combustible y generadores. Nosotros apenas pudimos hacer el recorrido con una cámara y una libreta, pero estos hombres sienten un compromiso a toda prueba.
Erie Vásquez Benitt, presidente de la agrupación, cuenta que la historia del santuario se pierde en los siglos, pero ya habría existido en 1793, de acuerdo a los escritos parroquiales de Arequipa.
Los bailes al interior del templo deslumbraron a todos, especialmente a los niños.
"El comienzo, espiritualmente hablando, es anterior a los españoles. Luego se produjo una mancomunión de tradiciones con el nuevo Dios. Esa fusión quedó en los pueblo andinos y le dio un carácter popular, si bien existen posiciones adversas a este tipo de manifestaciones. El primer hombre creyó en la montaña, en los pájaros, en el milagro de la luna y eso se transformó en un movimiento cristiano. Cuando vino el Papa, él garantizó y la realzó como una parte importante de la evangelización", profundiza.
VUELTA
Antes de retornar, nos maravillamos con los bailes que los distintos grupos de la zona ofrecieron en el templo. Sus acompasados movimientos, mezclados con tambores y trompetas, trascienden el esquema formal que uno tiene incorporado desde la escuela, con el sacerdote recitando el sermón bajo un silencio sepulcral.
La danza nos motiva para las tres horas que nos esperan hasta el paradero. Luego de ver tanta alegría, el viaje se hizo más corto.