jueves, septiembre 21, 2006

JOBS V/S GATES


Siempre hay que elegir en la vida: Maradona o Pelé, Beatles o Stones, Borges o Cortázar. En el mundo informático, los consumidores escogen entre la frialdad de Bill Gates o el estilo más liberal de Steve Jobs. Microsoft v/s Apple. Los “macadictos” asumen su elección como un dogma de fe. En una de las campañas publicitarias de Apple más recordadas, Jobs decidió acompañar la frase “Piensa distinto” con rostros de figuras como Elvis, Dalí o Einstein. A sus clientes les gusta navegar contra la corriente. Pocos les importa que el 90% de los usuarios de computadores a nivel mundial utilice Windows, el emblemático software de Gates.
Ahora los rivales sacan chispas en un ring paralelo. En una esquina, Jobs, con su clásico chaleco beatle y pose de rock star, se aferra a su aplaudido dispositivo musical IPod, cuyas ventas explican el 48% de las ganancias netas del tercer trimestre fiscal de Apple. La empresa despachó más de ocho millones unidades en el periodo, un 32% más que el mismo lapso del 2005. En la otra esquina, Gates, con su pinta nerd que lo distingue, prepara un aparato, llamado Zune, con el que espera acabar con la hegemonía de su contrincante en este mercado. Zune saldrá a la venta este año junto con su propio servicio de venta de canciones, que funcionaría de manera similar a como lo hace IPod con ITunes.
Si el Inspector Gadget sobreviviera, seguramente incorporaría un IPod a su larga lista de artefactos, como un artículo tan de primera necesidad como el helicóptero personal. Desde que Akio Morita, fundador de Sony, creó el walkman a comienzos de los 80’, acogiendo la demanda del público por escuchar música en cualquier parte, sin molestar a nadie y sin cargar un pesado equipo, el concepto fue mutando hasta llegar al IPod.
El IPod es un reproductor de música digital con disco duro, salvo los modelos Nano y Shuffle, que tienen memoria flash. La línea de productos, a excepción del Shuffle, se reconoce por su interfaz simple de aprender y utilizar, diseñado con una rueda pulsable como única forma de navegación. El primer iPod salió al mercado el 23 de octubre de 2001, solamente para los computadores Mac de Apple. Al año siguiente, la nueva versión agregó el acceso a usuarios de Windows de Microsoft, incluyendo un programa similar a ITunes para organizar la música del aparato. El ejercicio de seleccionar las canciones es un rito tan riguroso como ordenar los libros en la biblioteca. Los usuarios establecen a su antojo categorías por autor, género o época. También hay algunos más minuciosos que, como John Cusak en “Alta Fidelidad”, escogen con criterio autobiográfico. El ITunes no sólo sirve como organizador. También permite editar la información de los archivos o convertirlos a diferentes formatos, grabar compact disc, comprar música por internet y activar un visualizador que presenta las canciones en forma gráfica.
Gracias a su mínimo tamaño, muchos han agregado el IPod como una extremidad más. Salir sin él es tan desagradable como olvidar el celular en el velador. No queda más que devolverse. Conscientes de esta complicidad, varias compañías se han asociado a Apple, entre ellas, Nike.
Hoy el IPod Nano puede funcionar como personal trainer. Con la compra de un emisor y receptor inalámbrico se puede recibir información desde las zapatillas. El receptor va en el iPod y el emisor bajo la plantilla de la zapatilla. Así el deportista se entera de cuántos metros ha recorrido, el número de calorías quemadas e incluso saber cuánta distancia puede trotar antes que la lista de canciones se acabe.
Recientemente, Apple firmó acuerdos con Ford, General Motors y Mazda para facilitar la conexión del IPod a las radios de los automóviles de las tres compañías. Más de un 70% de los modelos 2007 ofrecerán una entrada especial.
El sitio ITunes de venta de música también genera interés. Apple se está asociando con Coca-Cola en Europa para regalar cerca de 70 millones de canciones, lo que representa cerca de un tercio de las que han vendido hasta la fecha. Si bien las compañías no han querido informar sobre los términos del acuerdo, de todas maneras será un duro golpe para Pepsi, con quien Apple vendió 100 millones de canciones en Estados Unidos. En el Reino Unido. Coca-Cola distribuirá 70 millones de códigos de canciones en sus paquetes y los de Diet Coke, que podrán ser canjeados por canciones en la tienda ITunes, donde usualmente se venden por US$1,47 cada una.
Bill Gates sigue atornillando en su esquina para salir cuanto antes al ring.

miércoles, septiembre 20, 2006

EPIFANIA

“Ashes to Ashes” conjuga todo lo que uno puede esperar de una canción. Bowie resucita al Mayor Tom de “Space Oddity”, el mismo que corta la comunicación con la torre del control con el fin de volar hacia órbitas lisérgicas, para enfrentar su temor a reinicidir en la adicción más indomable. Antes de entender la letra, el sonido me evocaba una sensación parecida: borrachera solitaria, tirado en la esquina de una habitación mirándome la punta de zapato a lo Burroughs, preso de un dolor ambiguo que confunde y revuelve todo. Dudas que flotan entre blanco y negro. Sin entender la letra, cualquier puede percibir los abismos entre una ceniza y otra. Bowie alcanza la perfección: sonido y letra se funden en un solo elemento. Asociar todo fue un gran descubrimiento. La emoción que se consigue al captar una obra en toda su magnitud es incomparable, quizás porque uno se siente tan vulnerado como el artista. La diferencia es que él no se hace problemas para desnudarse en dimensiones que en primera instancia pueden parecernos indescifrables, jugarretas lunáticas, pero ahí está la gracia del asunto. En general, para bien o para mal, siempre reviso los antecedentes biográficos del artista, a pesar que tengo claro que es un error pesquisar las obras, independiente de la rama artística, con lupa freudiana, restándole posibilidad a la creación de mundos nuevos, ajenos a la experiencia. Creo que hay un equilibrio. Es bueno contar con esos antecedentes por si es que de casualidad uno se topa con algo en el disco o la novela. Lo importante es jamás pasarse de listo. Si no ocurre, no importa, lo primordial es ver si la obra habla por sí misma.