lunes, febrero 26, 2007

MAY BE JUST UNHAPPY


Los aterrizajes forzados son estrepitosos. No se puede esperar que las cosas no se sacudan. Tiene que ser así. Uno no dispone de tiempo para prepararse frente al impacto. Si alcanzas a agarrar el salvavidas o cualquier implemento de seguridad, nada asegura que quedes ileso. Algún rasguño te llevarás. Y uno no puede escoger las heridas. Cierras los ojos con la tonta esperanza de que sea una pesadilla más y que, al momento de abrirlos, estarás firme en casa. Viene la luz. Notas que algo se te ha incrustado en el cuerpo, algo tan duro, que necesitas otras dos manos para sacártelo.