miércoles, julio 26, 2006

OK


DESPUÉS DE LOS COMENTARIOS DEL POST ANTERIOR, ME DI CUENTA QUE NO ESTOY SOLO. POR LO MENOS HAY TRES DROOGOS MÁS. SUFICIENTE PARA REINICIAR LA TAREA, AUNQUE ME AVERGÜENZA UN POCO HABER PRESENTADO UNA RENUNCIA TAN INDIGNA Y ELÁSTICA COMO LAS DE LOS ENTRENADORES DE FÚTBOL.


Schiapacasse, gordo que se las trae, habló sobre la importancia de los mundiales como puntos de referencia autobiográficos. Gracias a Estados Unidos 94’, con las fantasías de Romario, el penal de Baggio, la dolorosa muerte de Escobar y tantos hechos más, recuerdo que, en tercero medio, me gustaba una pendeja que no me daba boleto y que lo único que me interesaba era partir de viaje de estudios. Francia 98’ me devuelve al dolor que sentí por traicionar a un amigo por una mujer que no valía la pena. México 86’ me transporta a mi llegada a la Quinta Claude, donde abrí los ojos y me convertí en el pelusón que sobrevive hasta hoy.
Cuatro años. ¡Cuántas cosas pasan en cuatro años! Entre Corea-Japón 2002 y Alemania 2006 pasaron TVN, los líos de la tesis, El Mercurio de Valparaíso, la desintegración de mi familia, Arica, la ruptura con mi ex, tantas cosas. Por eso me tomo los mundiales tan en serio. Sé cuánto me ayudan para recopilar información. Esa función es el gran bonustrack de la euforia futbolística.
El día de la final entre Francia e Italia, salí a trabajar temprano con mi polola. La acompañé a supervisar el funcionamiento de los stands tecnológicos en las sucursales de La Polar en La Reina, San Bernardo, Gran Avenida y La Florida. Calculamos justo el tiempo para que yo llegara a la casa a ver el esperado partido, mientras ella fiscalizaba por última vez en La Reina.
Tomé el control remoto y me acosté. El televisor no encendía. Intenté una y otra vez. Moví el cable, revisé el enchufe, hice todo. A medida que se acercaba el pitazo inicial, mis chuchadas subían de volumen, hasta que estallé de rabia. Con lágrimas de impotencia, gritaba que no merecía esta desgracia, que cómo justo ahora, cuando acontece algo que sólo se da cada cuatro años, tenía que estropearse el aparato. Me sentí como Mister Wilson cuando se pierde el florecimiento de su cuidada planta por culpa de mi tocayo travieso. ¡Por qué yo, carajo! No tenía minutos en el celular para avisarle a mi polola que me iba a cualquier boliche a verlo.
Salí corriendo. En Pedro de Valdivia con Bilbao, resbalé y volé. Me saqué la chucha. La gente que esperaba la luz verde bajó los vidrios para reírse más fuerte. Quedé completamente mojado. Pensé comer algo en el restaurant Hemingway, uno de los pocos locales abiertos en el sector, pero me di cuenta que sólo tenía mil pesos en mi billetera. Menos mal que encontré un bar al otro costado del cine. Quedé al fondo de la barra, muy lejos de la tele. El barman, un calvo con facha de artista engrupido, no me pescó cuando le conté lo que me había pasado. Sirvió el shop y se fue al sector donde un hincha italiano no paraba de alabar a Cannavaro y Buffon. La admiración al arquero y al defensa central resume la estrategia de un equipo tacaño, mezquino, por más que los especialistas alaben su equilibrio. Uno aplaude el talento, no a los tipos que se encargan de destruirlo. Así me criaron.
Por si fuera poco, dos viejas cuicas ociosas se instalaron junto a mí. Peor que eso: una empezó a coquetearme al mismo tiempo que la otra se empinaba un pisco sour tras otro. Sin pedir permiso, me paré y quedé en el pasillo, apretado y con el italiano levantando la voz por cada trancada o despeje, como si fuera la gracia del juego.
Cuando concluyeron los 90 minutos, abandoné el bar y retorné corriendo a casa para ver el suplementario. Mi polola ya había arreglado la tele, sin mirar el partido. Algunas mujeres no necesitan bitácoras, son más prácticas.

martes, julio 25, 2006

STAND BY

POR EVIDENTES PROBLEMAS DE RATING, SE CIERRA POR TIEMPO INDEFINIDO ESTE BOLICHE. SAY NO MORE.

miércoles, julio 19, 2006

CONTAMINADO

Insanity laughs under pressure we're cracking
Can't we give ourselves one more chance?
Why can't we give love that one more chance?
Why can't we give love give love give love?
Give love give love give love give love give love give love?
Cause love's such an old fashioned word
And love dares you to care
For the people on the edge of the night
And love dares you to change our way
Of caring about ourselves
This is our last dance
This is ourselves
Under Pressure
("Under Pressure", Queen)
Anoche, después de la última piteada, con el cuba libre en la mano, me acerqué al balcón que daba a la calle Carmen. Aparte de preguntarme a qué altura quedaría la sede de Unión Española, el único referente urbano que manejaba del sector, me detuve en un rascacielos levantado recientemente dentro del marco de renovación que está viviendo el centro de Santiago. ¿Cuánto costará el departamento? ¿Cuánto ganará la constructora? Ese tipo de huevadas. Me desperté, después de varios minutos, al notar que al frente había una fuente de soda de mala muerte de nombre "El Infierno". Antes, cuando estaba en una pega donde no estaba alejado de mis inquietudes naturales, seguro me hubiese fijado primero en la fuente de soda y luego, después de un largo rato, tras analizar los movimientos de un perro pulguiento o de cualquier cosa aún más insignificante, habría llegado a los cálculos inmobiliarios. Parece que es difícil no contaminarse. Un compañero de trabajo, el que me dio el dato para venirme acá, hoy casi llora contándome que había solicitado que lo cambiaran de sección para así ganar un mejor sueldo. Está tan cagado como yo. Postuló porque era lo que tenía que hacer, no porque lo sintiera. Y tiene miedo, mucho miedo. Teme seguir perdiendo cosas. No quiere contaminarse por completo. Terminamos apostando quién arrancará primero.

viernes, julio 07, 2006

AMARILLO


El individuo ha perdido la vergüenza por no desarrollar todas sus potencialidades. Se conforma con la autoconservación, ojalá lo más cómoda posible. No quiero hablar de sistema porque suena trasnochado, entre setentero y pingüino, pero ciertamente la forma en que vivimos incita a que desarrollemos deseos planos, que no exista alguno que sobresalga entre todos. Deseamos hartas cosas y ninguna a la vez. Sustituimos con la mecánica que nos cambiamos calcetines, aunque confieso que, en ocasiones, reciclo y los doy vuelta. Por eso ya no hay vocación, que es un concepto bastante más amplio que la connotación laboral que generalmente se le adjudica.
Porque sé que puedo dar mucho más, aguanto. Porque sé que no pertenezco aquí, resisto. Porque sé que valgo más que la tarjeta de Isapre, soporto. Porque tengo tantos y tan grandes deseos, vivo.